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Orlando MAGAÑA DORANTES
Clasificación:
Asesino en masa
Características: ¿Robo?
- ¿Drogas?
Número de víctimas: 7
Periodo actividad: 15
noviembre 2002
Fecha detención: 1
diciembre 2002
Fecha de nacimiento: 1977
Perfil víctimas: Cinco
miembros de la familia Narezo Loyola y dos empleadas
domésticas
Método de matar:
Arma blanca / Arma de fuego
Localización: México,
D. F., México
Status: Condenado
a 384 años de prisión 25 noviembre 2003
Fue
detenido por judiciales el sábado - Estaba escondido en
la casa de unos parientes - Pretendía viajar otra vez al
estado de Morelos
Susana
González G. - La Jornada
México D.F. Lunes 2 de diciembre de
2002
Con preguntas
sin responder o explicaciones a medias sobre el
asesinato de la familia Narezo Loyola y dos empleadas
domésticas, por "el sigilo de la investigación", la
Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF)
presentó ayer a Orlando Magaña Dorantes como probable
responsable del crimen y dio a conocer el nombre y la
identidad de su cómplice: Jorge Esteban o Esteva,
vendedor de autopartes que hacía negocios con el jefe de
la familia ultimada.
En conferencia
de prensa convocada ex profeso, Bernardo Bátiz,
titular de la PGJDF, y sus colaboradores Renato Sales y
Guillermo Zayas insistieron en que el robo fue el móvil
del séptuple asesinato ocurrido hace quince días en
Tlalpan, pues hasta el momento no existen líneas de
investigación que apunten hacia el narcotráfico o la
venta de vehículos robados.
Aclararon que
Magaña Dorantes y Esteban o Esteva -el nombre no fue
proporcionado con precisión por el detenido, aclaró el
procurador- ingresaron a la casa de Cuitláhuac 186,
colonia Toriello Guerra, con la intención de robar, pues
suponían que los propietarios no se encontraban, pero
como el hijo mayor de la familia, Ricardo Narezo Loyola,
identificó a Orlando, entonces los mataron.
Magaña Dorantes
fue capturado el sábado pasado por la Policía Judicial (PJ)
sin que existiera negociación de su familia para
entregarlo: "Se le tenía ubicado y él decide salir del
domicilio donde se encontraba, sin resistencia", dijo
Zayas.
Sobre Esteban o
Esteva se informó que se trata de un sujeto de entre 23
y 24 años de edad, 1.70 de estatura, delgado, piel
morena clara y cabello ligeramente ondulado y corto.
Tiene cara y mentón ovalados, cejas semipobladas, ojos
oscuros, nariz ancha, labios pequeños y, como
característica particular, manchas de paño en el rostro.
De robo a
homicidio múltiple
Magaña Dorantes
y Esteban o Esteva "llegaron a la casa de los Narezo a
las siete de la noche del 15 de noviembre con la
intención de robar, ya que suponían que sólo se
encontraban las dos trabajadoras domésticas.
"Jorge tocó el
timbre de la casa y como las muchachas lo cono-cían le
abrieron la puerta, pues les dijo que iba a entregar
unas refacciones al señor Narezo Benavides; pero con él
entró Magaña Dorantes, quien se cubrió la cabeza con una
máscara de luchador.
"Iban a sacar lo
que querían y se retiraban, pero finalmente no se pudo
porque llegaron más ocupantes de la casa y (Magaña
Dorantes) se ve descubierto cuando alguien de la familia
le quita la máscara y le dice: Orlando, ¿qué haces
aquí?, explicó Zayas.
"Quien forcejeó
con Magaña Dorantes hasta arrancarle la máscara fue
Ricardo Narezo Loyola, hijo mayor de la familia y amigo
suyo desde hacía diez años", dijo Renato Sales.
"Frustrados sus
planes originales los ladrones sometieron al joven
Ricardo, a sus padres y a su hermana Diana, de diez
años, a las dos empleadas y al amigo de Ricardo, Juan
Pablo Quintana -sobreviviente del crimen-, pero como
faltaba la otra hija de la familia, Andrea, decidieron
que uno de los dos la recogería de la casa que visitaba
junto con su hermano mayor. Todo para evitar más
testigos, pues Andrea regresaría a su casa con dos
amigas más y evidentemente iban a percibir que algo
sucedía en la casa", afirmó Sales.
Según Zayas,
Magaña Dorantes negó haber ingerido droga o alcohol el
día del crimen, pero Bátiz acotó: "nosotros pensamos que
sí había droga en ellos. Así le parece también al
testigo, pero vamos a determinar eso más adelante".
Cinco horas y
media después de haber ingresado a la casa de los Narezo
Loyola, es decir, a las 12:30 horas del sábado 16 de
noviembre, el par de delincuentes abandonó la casa en el
automóvil de sus víctimas, llevando consigo tarjetas de
crédito, dinero en efectivo, la factura "endosada" del
coche para poder venderlo, luego de haber buscado varios
"papeles" en la casa, y un celular.
Lo que no se
dijo
Nada informaron
el procurador y sus colaboradores sobre dónde fue
capturado Magaña Dorantes, ni siquiera proporcionaron el
número de agentes que participaron, al argumentar que la
averiguación debe mantenerse en reserva para capturar al
cómplice.
Magaña Dorantes
fue detenido a las 18 horas del sábado en el oriente de
la ciudad -trascendió que en Iztapalapa- donde
permanecía escondido en casa de un pariente y pretendía
salir a Morelos, estado al que viajó días después del
crimen. Una vez asegurado fue llevado a la sede
de la PGJDF, en la colonia Doctores, donde rindió su
declaración desde las ocho de la noche del sábado hasta
las cuatro de la mañana del domingo.
Sobre el dinero
sustraído con las tarjetas bancarias, se informó que el
monto total ascendió a 6 mil pesos, obtenidos en dos
retiros la noche del crimen. Del celular se sabe que
Magaña lo utilizó varias veces después de los hechos,
por lo que comenzó a ser rastreado por la PJ.
A dos años del multiasesinato de
Tlalpan
Santos Mondragón
- Noticieros Televisa
Ciudad de
México, México, nov, 19, 2004.
Es uno de los
crímenes con mayor impacto en la historia delictiva en
México.
El 15 de
noviembre del 2002, en una casa ubicada en la colonia
Toriello Guerra del Distrito Federal fueron hallados los
cuerpos de cinco miembros de la familia Narezo Loyola y
dos empleadas domésticas.
Los homicidas
sometieron y amordazaron a las víctimas, posteriormente,
fueron ejecutadas una por una.
Cinco
fallecieron al ser degolladas, dos más, por disparo en
la cabeza.
Los homicidas
robaron un vehículo, la factura, dinero en efectivo y
tarjetas de crédito.
Sin embargo,
cometieron un error.
Dejaron un
sobreviviente.
Juan Pablo
Quintana, amigo de la familia Narezo Loyola, fue dado
por muerto.
Sobrevivió para
convertirse en el único testigo de la masacre.
Informó que uno
de los asesinos era vecino de las víctimas.
Orlando Magaña,
de 25 años de edad, con instrucción de preparatoria,
dedicado al comercio y adicto a la cocaína, fue señalado
como el autor material de los siete homicidios.
Con la ayuda de
un cómplice, conocido como Jorge Esteva o Esteban planeó
el robo.
El uno de
diciembre del 2002, dos semanas después del
multihomicido fue detenido Orlando Magaña Dorantes.
Tres fueron las
pruebas que lo hundieron.
Primero el
testimonio del único sobreviviente, Juan Pablo Quintana.
Segundo, una
prueba de ADN relacionó a Orlando Magaña con los
asesinatos.
Sangre hallada
en una lavadora localizada en la casa del multihomcida
pertenecía a una de las víctimas.
La tercera
prueba, Orlando Magaña declaró que nunca ingresó a la
habitación donde se cometieron los siete homicidios.
“Se encuentra la
huella de un tenis en el segundo piso sobre la sangre de
una de las victimas, absolutamente demostrado que es su
tenis”, comentó Renato Sales Heredia, subprocurador de
la Procuraduría General de Justicia del Distrito
Federal.
El 26 de
noviembre del 2003 Orlando Magaña fue sentenciado a 384
años y cuatro meses de prisión y, el pago de 253 mil
pesos como reparación de daño.
El homicida fue
internado en el Reclusorio Oriente de la Ciudad de
México, no se le permitía contacto con los internos y
era vigilado con cámara las 24 horas del día.
El pasado 24 de
agosto fue trasladado al Penal de Máxima Seguridad de
Puente Grande, Jalisco, las autoridades argumentaron su
alto perfil criminal.
Del cómplice,
Jorge Esteva o Esteban, poco o nada se sabe.
El 23 de
diciembre del 2002, ocho días después del mutihomicido,
fue hallado en el municipio de Amecameca, estado de
México, el cuerpo calcinado de un hombre que podría ser
Jorge Esteva o Esteban, Juan Pablo Quintana, único
testigo, le encontró parecido físico.
“Ya estuve en
contacto con el y nos habla de un gran parecido con la
persona que vio en el lugar de los hechos”, comentó
Guillermo Zayas, fiscal de homicidios de la PGJDF, el 26
de febrero de 2003.
La Procuraduria
de Justicia del Distrito Federal no tiene los
suficientes elementos para afirmar que se trata del
cómplice.
El cuerpo se
envió a la fosa común.
Orlando Magaña
no ha aportado mas información sobre el hombre que le
ayudó a cometer el crimen.
El narco, atrás del caso Narezo
por: Ariel Velázquez
150 kilos de
coca y 7 millones de pesos, el móvil
El auténtico
móvil del multihomicidio de la familia Narezo Loyola y
sus dos empleadas domésticas fueron 150 kilos de cocaína
y 7 millones de pesos que le robaron a un
narcotraficante de Nuevo León cuya identidad no ha sido
revelada.
Por
consiguiente, tan frágil como el vidrio parece la
versión oficial de la Procuraduría General de Justicia
del Distrito Federal: Los asesinos entraron a la casa de
Tlalpan con el único fin de robar pero, al encontrarse a
las siete personas, las asesinaron.
El caso Narezo
se debate entre numerosas contradicciones. Hay más
preguntas que respuestas.
Fuentes
policiacas bien informadas, consultadas por Bajo
Palabra, revelan que el policía federal Gerardo Magaña;
su sobrino, el multihomicida Orlando Magaña Dorantes; el
testigo sobreviviente Juan Pablo Quintana Calles y
Ricardo Narezo Loyola, hijo de Ricardo José Narezo
Benavides, vestidos con uniformes negros como si
estuvieran realizando un operativo, acudieron a una casa
de Coyoacán a robar la droga, que escondieron en el
taller de la familia victimada.
El cargamento
sería enviado a Nuevo Laredo, Tamaulipas.
De acuerdo con
nuestros informantes, Ricardo José Narezo Benavides,
quien contaba con 59 años de edad, adaptaba automóviles
de lujo para ocultar la cocaína y, así disimulada,
introducirla a Estados Unidos en la frontera antes
referida.
Esa tarea le
resultaría fácil a Narezo Benavides, quien durante años
se dedicó a restaurar vehículos de colección.
Otros dos
miembros de la banda, conocidos como El Zindy y El
Charly, también participaron en el robo del cargamento
de droga, mismo que la familia Narezo intentó hacer
perdedizo.
De resultar
verídica esta hipótesis, los investigadores entenderían
la saña que emplearon los asesinos. Las víctimas fueron
torturadas para que dijeran dónde estaba la cocaína.
Asimismo, se
asegura que la mafia de las drogas obligó a Jorge Magaña
Vázquez, excomandante de la policía federal, a entregar
a su hijo Orlando para frenar las investigaciones sobre
un cargamento “extraviado” de 150 kilos de cocaína.
Parte del alijo
fue cargado en un automóvil Jetta, al que se le sustrajo
el asiento trasero para acomodar la droga.
De la misma
forma, se dice que el “cómplice” Jorge Esteban es un
enviado del narco colombiano, el cual tenía la orden de
aplicarle a toda la familia Narezo la corbata
colombiana. Es decir, degollarlos por no cumplir con lo
pactado.
Según
testimonios de vecinos hechos a esta revista, los Narezo
tenían en su casa una importante colección de obras de
arte, que incluía cuadros originales de pintores famosos
(entre otros, de Van Gogh y Picasso). Se considera que
los ingresos económicos de Ricardo José Narezo Benavides
como restaurador de autos de colección, no eran tan
elevados como para permitirle la adquisición de tan
valiosas piezas artísticas.
Inocencia y
dolo
El procurador
Bernardo Bátiz Vázquez y el director de la Policía
Judicial capitalina, Damián Canales Mena, han dejado
mucho que desear. Bátiz, por su inocencia, y Canales
Mena porque seguramente, se dice, maneja este caso con
una doble intención.
Una afirmación
sin duda razonable: El comandante encargado de la
investigación es Rafael Tuxpan Texcocano, al parecer
íntimo amigo de Jorge Magaña Vázquez, padre de Orlando,
el presunto autor material de los asesinatos.
Inclusive se
comenta que el multihomicida pudo haber asesinado a su
cómplice, Jorge Esteban.
También se dice
que el único sobreviviente de la matanza, Juan Pablo
Quintana Calles, pudiera estar involucrado. De ser así,
estaría ocultando información. En todo caso, es difícil
creer que Orlando y Jorge Esteban, solos, hayan matado a
los cinco miembros de la familia y a las dos
trabajadoras domésticas. Nuestros informantes piensan
que por lo menos cuatro sujetos participaron en la
carnicería.
Tampoco es
lógica la versión oficial de que Ricardo Narezo Loyola,
de 20 años, en compañía de Orlando Magaña fue a recoger
a su hermanita Diana de diez años a una fiesta, para
regresar a que los asesinara Orlando. El joven hubiera
tenido la oportunidad de ponerse a salvo con Diana y
avisar a la policía que sus padres y la otra hermana se
encontraban en peligro.
Miente la
PGJDF
Un dato por
demás relevante es que el comandante de la Fiscalía de
Asuntos Especiales, Ignacio Perales, quien tuvo el mismo
grado en la Policía Judicial Federal, a solicitud de
Angélica Dorantes, madre del multihomicida, pasó a
recoger a Orlando en un hotel de la ciudad de Puebla,
para entregarlo en la ciudad de México a la Fiscalía de
Homicidios de la Procuraduría capitalina.
De entrada, la
Procuraduría miente cuando dice que Orlando fue
arrestado. La verdad es que lo entregó su familia.
Otro dato que
despierta aún más suspicacias es el de que los tíos del
homicida, Pedro y Gerardo Magaña Vázquez, conocidos como
Los Hermanos La Maña, quienes están adscritos a la
Subdelegación Metropolitana de la Agencia Federal de
Investigación (AFI), no asisten a la oficina por órdenes
de su superior, el comandante Rafael Contreras.
El homicidio
múltiple que conmovió a la sociedad ocurrió en la casa
número 186 de la calle de Cuitláhuac, colonia Toriello
Guerra, perímetro de Tlalpan, la noche del pasado 15 de
noviembre. Desde entonces han ingresado al inmueble
policías y peritos, así como otras personas que
afanosamente buscan el clavo, como en el argot del hampa
se dice a los escondites. En este caso, al sitio donde
Ricardo Narezo padre pudo haber ocultado una importante
cantidad de estupefacientes, principalmente cocaína, y
miles de dólares.
Incluso, en
días posteriores al homicidio amaneció la casa con las
luces prendidas.
Y había un
zapato en la entrada de la residencia.
***
Conforme a
diversas versiones policiacas, Narezo padre pudo haber
utilizado varios autos para introducir droga a Estados
Unidos o, en su defecto, usar los automóviles de
colección que restauraba para traer a México cientos de
miles de dólares, producto de actividades ilícitas.
Sobre la
“desaparición” del “único” cómplice, Jorge Esteban,
existen tres hipótesis:
1. Es un
invento del multihomicida Orlando Magaña.
2. El padre y los tíos de Orlando asesinaron a Jorge
Esteban.
3. El presunto colombiano huyó a Sudamérica.
El juez 61
penal del fuero común adscrito al Reclusorio Oriente,
Rogelio Antolín Magos Morales, quien el 5 de diciembre
pasado le dictó el auto de formal prisión a Orlando
Magaña Dorantes, deberá profundizar en la investigación,
ya que vecinos de la colonia Torriello Guerra aseguran
que el inculpado es un asiduo consumidor de drogas.
Otro dato: La
cinta canela que llevaban consigo Orlando y su o sus
cómplices tenía como objetivo evidente el de maniatar a
las víctimas y, así, asesinarlas con facilidad.
Por tanto, nunca tuvieron el propósito de cometer un
simple robo.
También llama
la atención la saña empleada por los asesinos en contra
de los Narezo.
Al respecto, el director del Servicio Médico Forense,
José Ramón Fernández Cáceres, afirmó que nunca había
visto crímenes tan violentos.
Entretextos
-- Jorge
Esteban, un enviado del narco colombiano. Tenía la orden
de aplicarle a los Narezo la corbata colombiana:
Degollarlos por incumplir un pacto.
-- Ricardo Narezo padre adaptaba autos de lujo para
ocultar la coca e introducirla a EU.
-- La mafia obligó a Jorge Magaña Vázquez a entregar a
su hijo Orlando para frenar las pesquisas sobre 150
kilos de droga.
Dan 384 años de prisión a Magaña
Por los siete homicidios ocurridos en el domicilio de
la familia Narezo Loyola
26 noviembre 2003
Notimex.-México.-
El titular del Juzgado 61 de lo penal, con sede en el
Reclusorio Preventivo Oriente, Rogelio Antolín Magos
Morales sentenció a 384 años de prisión a Orlando Magaña
por los siete homicidios ocurridos en el domicilio de la
familia Narezo Loyola.
El juez de la
causa determinó que el Ministerio Público capitalino
entregó los elementos probatorios suficientes para
considerar penalmente responsable a Orlando Magaña de
los hechos registrados el 15 de noviembre del 2002.
Además del delito
de homicidio calificado, a Orlando Magaña se le
sentenció por el delito de tentativa de homicidio en
perjuicio de Juan Pablo Quintana Calles.
Aún cuando la
autoridad dictó una sentencia de 384 años de cárcel, el
acusado sólo purgará 50 años, toda vez que así lo
establece el Código Penal del Distrito Federal.
Orlando Magaña se
presentó a la rejilla de prácticas para escuchar la
sentencia y donde también se le notificó que cuenta con
el plazo de ley para interponer el recurso de apelación
ante el Tribunal Superior de Justicia del Distrito
Federal.
Entre La Biblia
y a sangre fría: Orlando Magaña
El 15 de noviembre de 2002 fue
perpetrado uno de los crímenes más espeluznantes en la
capital. Cinco miembros de una familia y dos empleadas
domésticas fueron asesinados en Tlalpan. El presunto
culpable, un joven de 25 años, vecino de las víctimas.
RAÚL GARCÍA ARAUJO
El Universal
Viernes 14 de noviembre de 2003
Después de que lo arrestaron, acusado
de asesinar sin pudor alguno a toda la familia Narezo
Loyola, Orlando Magaña Dorantes empezó a leer La Biblia.
En la zona 3, estancia 13, del
Reclusorio Oriente, Orlando repasa cada uno de los poco
más de 30 mil versículos, como si quisiera expiarse a sí
mismo. Al verlo, uno pensaría que es de esos extremistas
religiosos. Pero sus amigos no lo recuerdan así, mucho
menos con un libro. Este hombre que espera la sentencia
del juez 61 de lo penal, era de esos que parrandeaba en
El Yuppis y en El Freedom de Insurgentes; que
escandalizaba en La Vitrola; que se jactaba, junto con
su inseparable Omar, de ser hijo de un judicial en las
discotecas El Manicomio y El Menagge; que lucía su 9
milímetros cada vez que llegaba a recoger a su novia
Diana a la Unitec, universidad en la que él también
estaba inscrito, pero que por esas cosas de la diversión
quedó al final de sus prioridades.
Nunca con un libro bajo el brazo, y
ahora lee La Biblia.
Y desde hace tres días tiene otro
libro: "A Sangre Fría", de Truman Capote.
Lo ha escudriñado tanto que pregunta
al reportero: -¿Y esto qué es? -dice con esa voz áspera,
endurecida por la palabrería policiaca que ha escuchado
siempre de su padre.
-Es la historia de dos jóvenes que
asesinaron a toda una familia. La prensa ha relacionado
tu caso con este libro.
-Mmm, pues no me gusta hablar de eso.
Mucho menos con extraños. No te conozco -y, desnudo, se
reincorpora del camastro de su celda, el cual tiene la
apariencia de una capilla: colgando de una de las
paredes está la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Y
en la otra, el Cristo vapuleado y crucificado.
Y tiene razón: no habla. "Bien" dijo
su abogado Roberto Rivera, "si quieres entrevistar a
Orlando, afloja 250 mil pesos y te lo pongo en suerte. Y
apúrale, porque muchos quieren la exclusiva". Ya habrá
otros que negocien con el defensor. A uno sólo le resta
aprovechar la oportunidad de llegar a su celda y verlo,
eso sí, con ese su rostro que irradia desprecio.
-¿Oye, Orlando, conoces a "El Mofles",
a "El Cindy", y a "El Chuchín"? Ellos dicen que son tus
amigos y nos hablaron de ti.
-Casi no los conozco, casi no-
responde Orlando quien está obsesionado por identificar
al reportero que lo ha importunado.
-¿Y a Omar Olivos, lo conoces?
-A él sí, es mi amigo, mi cuate.
¿Pero quién eres tú, güey? No te conozco y ya no quiero
hablar más contigo.
Orlando en realidad no quiere hablar.
Y se vuelve a tumbar al camastro. "A Sangre Fría" no le
es indiferente. Lo observa. Lee algunas líneas de la
síntesis de la contra portada. "El 15 de noviembre de
1959, en Holcomb, un pequeño pueblo de Kansas, la
familia Clutter apareció muerta: habían sido atados y
acribillados por desconocidos. Esto sembró la paranoia
en el lugar y atrajo a todos los medios de comunicación.
Los asesinos serían Perry Smith y Dick Hitckock, dos
sicópotas que finalmente fueron capturados y condenados
a la pena de muerte".
Quizá porque los Narezo Loyola fueron
asesinados también un 15 de noviembre y con la misma
brutalidad que los Clutter, es que Orlando voltea y
dice: -Quizá después de leer el libro hablemos, gracias.
Una infancia común
De tres hermanos, él es el único
hombre y el mayor; le siguen Brenda y Gina.
Vecinos de la colonia Toriello Guerra
recuerdan que a principios de los 90, la familia Magaña
llegó a la casa 178 de la calle Cuitláhuac, en Tlalpan.
A la edad de siete años Orlando,
según algunos de sus profesores, reprobó el segundo
grado y concluyó la primaria con promedio bajo. Eso
provocó que fuera inscrito a una escuela militarizada,
donde le saltó la idea de estar siempre del lado de los
"buenos" para combatir a los "malos".
Soñó con convertirse en judicial
federal al igual que Jorge (su padre), Pedro y Gerardo
(sus tíos), vestir como ellos: chamarra y gorra con
emblemas de esa corporación, botas vaqueras, pistola al
cinto adornado con una hebilla repujada en plata.
Entrenó tae kwan do durante 12 años
en un gimnasio de la avenida San Fernando, pero a decir
de sus conocidos, nunca fue destacado en la escuela, y
faltaba frecuentemente, lo mismo a la secundaria que a
la escuela preparatoria.
La vida cambió
En Iztapalapa, donde nació, Orlando
fincó los cimientos de su actividad delictiva, pues a
pesar de que en la zona de Tlalpan ya llevaba 12 años
viviendo, nunca dejó de ver a "El Mofles", "El Cindy" y
"El Chuchín", quienes lo acompañaban a extorsionar a los
dueños de las tienditas de droga.
"El Mofles" y "El Cindy" son buscados
por la Procuraduría capitalina, por estar vinculados con
diversos delitos, entre ellos, el robo de autos. A "El
Chuchín" las autoridades no han podido comprobarle nada,
pero lo tienen ubicado.
Para los vecinos de la calle Froylán
Manjarrez, en la colonia Constitución de 1917 de
Iztapalapa, era común ver a Orlando y "sus cuates" sin
hacer nada.
A diario vagaban en la tienda de don
Pedro, en contraesquina de la calle Froylán Manjarrez,
donde jugar maquinitas, beber cerveza y alcohol así como
echar "desmadre" eran sus principales actividades.
La universidad
Omar Olivos, su más cercano amigo,
fue quien lo convenció de que entrara a estudiar a la
Universidad Tecnológica (Unitec) para que hiciera de su
vida algo productivo.
Omar estudia Derecho en el plantel de
Ermita y cada que Orlando iba por él a la escuela le
decía que entrara. Fue tanta su insistencia que logró
convencerlo, pero los resultados no fueron buenos.
En los archivos de la Unitec se tiene
el reporte de que en enero de 1999 Orlando se inscribió;
sin embargo, nunca fue a clases, nunca entregó la
documentación oficial para que se acreditará como
alumno, lo único que hizo fue pagar la inscripción, y
aún adeuda 10 mil 127 pesos y seis materias que nunca
cursó.
De acuerdo con el testimonio de Omar,
en poder de la PGJDF, Orlando llegaba por Diana, una
joven rubia a bordo de su Ford Escort 1999 color guinda.
Iba a la escuela siempre armado "por si se ofrecía
algo". Su novia fue una destacada estudiante que además
de cumplir con sus tareas escolares, encontró un empleo,
en el que ponía a prueba sus conocimientos como abogada.
El amor entre Orlando y Diana no termina. Ella aún lo
visita en la cárcel.
La envidia
Su amigo Omar logró lo que él nunca
pudo. El amigo ingresó en enero de 2001 a la PGR a tomar
un curso como agente federal de investigación, eso le
dolió mucho, pues a Orlando sólo le quedó portar las
chamarras y gorras de la corporación policiaca a la que
pertenecían su papá y sus tíos.
La amistad entre ambos se fue
perdiendo y Orlando se fue alejando y guardando
resentimiento por no poder hacer de su vida algo
productivo.
Los Magaña
"Los Magaña eran cabrones; a
cualquier plaza que llevaban la levantaban", platica un
ex agente federal que prefiere el anonimato.
Él acompañó al padre y los tíos de
Orlando en varias ocasiones, a los operativos que les
encomendaban en todo el país.
El ex federal recuerda que cuando
había un enfrentamiento entre narcotraficantes, los
Magaña "nunca se abrían de huevos" y con sus R-15 se
disputaban el todo por el todo, pues la lucha era para
sobrevivir.
Dice que Pedro, uno de los tíos, es
primer comandante de la Agencia Federal de
Investigaciones (AFI) en Hidalgo; Gerardo es segundo
comandante en San Luis Potosí y Jorge, el papá, no está
en activo por no haber aprobado un antidoping.
"Siempre le dieron duro al
narcotráfico; son cabrones y no se rajan, ni les tiembla
la mano para capturar a un delincuente".
Los Narezo
El señor Ricardo Narezo vivía para el
pasado. Sentía un especial delirio por los clásicos, por
devolverles lo que habían perdido. Recuperar la
elegancia era su fuerte. Como restaurador de autos de
colección, era bueno como pocos.
Podía levantar del abandono o del
descuido lo mismo un Alfa Romeo que un Mercedes Benz 300
SL "Alas de Gaviota" o un oxidado Jaguar.
Fue un hombre, que con 50 años, 30 se
los dedicó al arte de reparar los automóviles que
llegaban a su taller ubicado en la calle Extremadura, en
la Insurgentes Mixcoac. Varios de sus trabajos fueron
expuestos en el Museo del Automóvil.
Su esposa Diana, quien tenía 46 años,
trabajaba como maestra de inglés en una escuela privada
de Tlalpan.
Eran de los que acostumbran poner a
los hijos el nombre de los padres: Ricardo, de 20,
Andrea de 13 y Diana de 10, conformaban la familia.
Las entradas económicas de los Narezo
les permitían contar con el servicio de dos empleadas
domésticas: Margarita, de 25, y Cecilia, de 17; una para
la cocina y la otra para la limpieza.
El día fatal
Quizá doña Emelia, una vecina, fue la
única persona que vio ese día a Orlando Magaña y a Jorge
Esteva (o Esteban) platicar en la esquina de las calles
de Tlamixcle y Cuitláhuac en la colonia Toriello Guerra.
Orlando y su cómplice se perdieron en
la ciudad y por la tarde, cerca de las 14:00 horas, se
reunieron en la tienda de don Pedro para tomar cervezas.
Bajo los efectos del alcohol, Orlando
tomó la decisión de ir a robar a la casa de sus vecinos,
porque sabía que el trabajo que desarrollaba don Ricardo
Narezo le dejaba ganancias que rebasaban los cien mil
pesos por auto.
Vino la tarde, el reloj marcaba las
17:00 horas, Orlando y su cómplice ya borrachos se
obsesionaron con la idea de tener dinero e irse lejos.
Tocaron el timbre de la calle 186 de
Cuitlahuác y una de las sirvientas lo reconoce: es el
joven de la casa 178.
Abrió la puerta y entraron. Amarraron
con cinta canela a la señora Diana, a su hija que
llevaba el mismo nombre y a las dos empleadas
domésticas.
La declaración del único
sobreviviente de los hechos, Juan Pablo Quintana, es de
terror.
Esa tarde el señor Narezo, su hijo
Ricardo y Juan Pablo, amigo de su hijo, salieron del
autodromo Hermanos Rodríguez. Comieron en la Fonda 99 de
la calle Moras, en la Del Valle.
Ahí, se despidieron y mientras don
Ricardo fue a su taller a entregar un auto, ellos se
enfilaron a casa de los Narezo en un Jetta.
Al entrar a su casa, Ricardo se
sorprendió y discutió con Magaña: "qué haces aquí
Orlando, por qué tienes amarradas a mi mamá y mi
hermana".
El hijo del judicial contestó: "No la
hagan de pedo cabrón y muévete que también te voy
amarrar a ti y a Juan Pablo".
Las dos muchachas de servicio se
hallaban en el piso recostadas de lado amarradas de pies
y manos.
Magaña y su cómplice llevaron a sus
víctimas a la recámara principal que se ubica en la
primera planta de la casa.
Orlando pidió los papeles del Jetta,
pero no los consiguió. Decidió entonces esperar a que
regresará don Ricardo.
Medio hora después el padre de
familia entró a su casa y de inmediato fue amagado; sus
captores cortaron los cortineros para atarlo.
La televisión estaba a todo volumen.
Orlando insistió en que si le entregaban los papeles del
Jetta y dinero, él se iba.
Los papeles fueron arrojados sobre la
cama y Orlando obligó a don Ricardo a que firmará la
factura.
Las cosas se complicaron cuando
Orlando preguntó por Andrea, la otra hija.
"No está, fue a una fiesta con una
amiga", contestó la señora Diana.
Eso lo enloqueció y entonces desató a
Ricardo hijo para tomar tres tarjetas de crédito y
emprender el camino en busca de la niña.
"No hagas nada cabrón porque si no,
tu familia se muere", dijo Orlando a su joven víctima.
En la casa, la familia trataba de
convencer al cómplice de Magaña de que abortara el plan.
Él no supo qué hacer. Todo estaba fuera de control y con
el arma de Orlando los amenazaba.
Al regresar, Orlando ató a Andrea y a
Ricardo hijo.
Después platicaron los dos
delincuentes: "qué hacemos con ellos, qué hacemos, nos
conocen, qué hacemos".
El perro labrador de la familia no
dejaba de ladrar. Orlando iba de un lado a otro pensando
qué hacer. Las niñas gritaban, "nosotros que les
hicimos, ya lárguense".
"No hay otra opción", dijo Orlando a
su cómplice, "uno por uno hay que llevarlos arriba".
Magaña, de 1.78 de estatura, subió a
don Ricardo primero y a los pocos minutos bajó
desesperado. En su declaración comentó que el señor se
estaba poniendo loco.
Subió nuevamente y en la habitación
encontró un bate de beisbol, se escuchó una discusión y
de pronto le dio un golpe certero al señor Narezo en el
costado derecho, uno más, otro, otro hasta que terminó
con su vida. La sangre salpicó las paredes y corrió por
el suelo, pero Orlando tuvo cuidado de no pisarla.
Luego bajó por la señora Diana, luego
Ricardo, siguieron las niñas y terminó con las dos
muchachas de servicio.
Pero sin darse cuenta Orlando pisó la
sangre con sus tenis Nike y dejó una huella en la cama.
Del arma de Orlando salieron tres
tiros, el que quitó la vida a la señora Diana, a Ricardo
hijo y uno más para Juan Pablo Quintana.
A sus demás testigos los eliminó con
un cuchillo que encontró en la cocina.
Manchado de sangre, bajó por su
última víctima: Juan Pablo Quintana.
Su cómplice gritó, "¡no, ya a la
chingada!" y con un cojín en la mano izquierda Orlando
tapó el rostro a su víctima y con el arma en la mano
derecha, dijo, "ya Juan Pablo voltéate" y un último
disparo se escuchó...
El robo terminó, siete personas sin
vida y un herido el saldo.
La huida y la captura
Eran las 23:24 horas. Orlando tomó el
celular de la señora Diana y se comunicó a la casa de su
tía Alejandra Magaña; le contestaron brevemente.
A las 23:52 horas, telefoneó a su tía
Elizabeth Magaña. La llamada duró sólo tres minutos. El
reloj marcaba las 23:58 horas y Orlando hablaba a la
casa de su novia Diana: "Me disgusté con mi papá y me
voy de mi casa, voy a quedarme en un hotel".
Estas tres comunicaciones bastaron
para que agentes de la Procuraduría capitalina dieran
con él.
A primera hora del 16 de noviembre
del 2002, Orlando y su cómplice salieron a bordo del
Jetta con celular y las tres tarjetas de crédito.
Orlando, según las primeras
investigaciones , abandonó a su cómplice en Periférico a
la altura de Cuemanco.
Pasó la noche en un hotel de paso de
la calzada de Tlalpan.
Al siguiente día, le habló a su novia
para citarla en Plaza Oriente, donde la chica compró dos
celulares.
Tomó uno para ella y el otro para su
novio, aunque las averiguaciones señalan que ella se va
"porque no lo quiere ver más".
Más tarde, ya con celular nuevo,
Orlando decide ir a Iztapalapa por su amigo "El Chuchín"
y comprar tres botellas Azteca de Oro y de ahí a la
avenida López Mateos en Neza, donde contrató mariachis y
los llevó a Paseos de Churubusco, a casa de Diana.
Con la serenata se reconciliaron y
pasaron unas horas en el hotel de Tlalpan, donde dejó
más huellas de su crimen con sus tenis Nike.
Reconciliados, el domingo 17 de
noviembre viajaron a Tequesquitengo. Por la tarde
regresaron al DF; él la dejó en Paseos de Churubusco y
el Jetta lo llevó al estacionamiento de un centro
comercial y pasó la noche en el hotel Apatlaco.
De ahí la huida. De Veracruz a
Chachalacas, a Tapachula, para terminar en un hotel en
Guatemala.
Las llamadas a su familia son
constantes y piezas importantes para que den con él.
Su padre envió el 19 de noviembre una
carta al procurador Bernardo Bátiz, sin saber siquiera
que con ello confirmaba los datos de los detectives, de
que su hijo era responsable en la muerte de la familia
Narezo Loyola y dos empleadas domésticas.
En el hospital, Juan Pablo Quintana,
con mucho esfuerzo desliza el lapicero sobre el papel y
escribe "Orlando Magaña".
El cerco se fue cerrando y sin más
escapatoria Orlando es detenido el 30 de noviembre,
mientras caminaba hacia la casa de sus abuelos en
Iztapalapa
Un año después
En su pequeña estancia Orlando espera
su sentencia. Su principal confidente es un celador que
apodan "El Chocolate", quien lo describe como un joven
de pocas palabras.
Orlando, quien siempre anheló
convertirse en policía judicial, tendrá en su recuerdo
aquella llamada, donde uno de sus familiares le dijo:
"Ya nos diste en la madre Orlando, a tu papá y a tus
tíos".